Una de las historias que se cuentan sobre
Trasmoz viene a explicar la razón por la que el castillo se conoció
como escenario de rituales paganos y otros terrores. Aseguran que, en
realidad, allí fabricaba moneda falsa un sacristán de Tarazona. Por eso,
para evitar las visitas inconvenientes o las miradas curiosas decidió
divulgar todo tipo de cuentos sobre brujas y encantamientos.
Pero, aunque suene a leyenda, lo cierto
es que la presencia de brujas en el municipio ha quedado documentada en
antiguos legajos. Se dice de ellas que maldecían, echaban males de ojo,
propagaban enfermedades o destrozaban las cosechas. Incluso a algunas se
las recuerda por su nombre. La tía Casca es la más famosa. Sus vecinos
la despeñaron en 1850 por un barranco, acusada de atraer males sobre los
niños, animales y cosechas. Gustavo Adolfo Bécquer escribió que en ese
lugar quedó entonces su alma, errando en pena.
Otra bruja famosa es Dorotea. Al parecer fue víctima del encantamiento
de otras brujas después del intento de su tío, el párroco Mosén Gil, de
exorcizar el lugar. Más recientes son la Tía Galga y su hija, de las que
se recuerdan lecturas del destino y potajes milagrosos. De hecho son
recordadas con cariño porque daban solución a muchos problemas aplicando
remedios con plantas que recogían de las faldas del Moncayo.
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